Un vasto y airoso edificio construido en madera, piedra y vidrio. Se trata de la Distilleria Marzadro, elegante en su arquitectura e inmersa en el verde de los viñedos de la Vallagarina. Un complejo encargado por la misma familia Marzadro a dos importantes arquitectos de Bolzano, Walter Maurmayr y Günther Plaickner, los cuales, gracias a su profesionalidad, han sido sabido conjugar el concepto de "artesanía contemporánea". ¿El resultado? Una imponente estructura perfectamente enclavada en el territorio y con un bajísimo impacto ambiental. Una fórmula de éxito donde incluso el sentido práctico se combina con la importancia del paisaje: un ejemplo destacado es el enorme techo de la destilería recubierto por una auténtica alfombra verde, compuesto por cerca de 60.000 plantas pertenecientes a la familia de los líquenes. Esta solución tiene una doble utilidad: una en el plano estético y ambiental, la otra en el práctico y funcional, ya que la presencia de estas plantas garantiza un perfecto aislamiento térmico y un considerable ahorro energético.
Arquitectura y ecología van de la mano, teniendo en cuenta que la Distilleria Marzadro se encuentra en un lugar favorable a la exposición a la luz solar, propiciada por los ventanales de la fachada, que representan una especie de vínculo entre la naturaleza del exterior y el trabajo del interior. Incluso la imponente cúpula, ojo dirigido al cielo y guardián de la sala de alambiques, está realizada enteramente en vidrio y metal. Aquí, en el interior de la sala, se halla el fascinante mundo de la actividad fabril propia de la destilación, el corazón de Marzadro. El gran edificio se compone por tanto de tres bloques bien equilibrados entre sí, dedicados respectivamente a la producción y almacenamiento, al depósito de los orujos y a oficinas administrativas.